Monday, March 09, 2009

La Huella XIV


Epilogo.

Un golpe seco a la tierra y arrastra.

El suelo guardaba todavía humedad. Olía a esperanza.

El pueblo entero estaba movilizado por la buena racha del verano.
Se preparaban para levantarse después de tanto maltrato.

De a poco.

El monte verdeaba lindo y el alfa asomaba próspera.

Erminda amasaba unas tortillas, mientras Ramoncito se refrescaba en una palangana.

-¡Simón! ¡Dejá eso y vení a tomar unos mates!

La tarde caía magnifica.
Simón se apoyo un rato sobre la azada, para mirar sus colores.

Ya no abandonaría el lugar.

Giró y camino al encuentro de su familia.

-Ahora sí vieja… ahora si…

La Huella XIII


La Llegada.


El pecho explotaba.

Miraba con el rabillo del ojo a su compañero inquebrantable.

¡Hacé algo, porquería!

Las palabras no salían.

Por sobre la cortina de eucaliptos asomaba algo imposible.
Las luces intermitentes en las alturas recortaron… ¿antenas?

¡No puede ser!

Chillidos ásperos, ensordecedores.

Abrió sus alas y de un salto se abalanzó sobre el vagón.

La ominosa langosta, sujetó fuertemente con sus patas delanteras el hediondo obsequio y presionó con sus mandíbulas hasta hacerlo reventar.

Frenética, aleteaba dando patadas hacia atrás.

El espectáculo era tremendo.

Con el labio inferior recogía los restos sin dejar que derramen en el suelo.
Engullía todo, el metal, el veneno, la infamia.

Simón caminaba delirante de un lado a otro, sin apartar la vista.

¡Aquí me muero!

El insecto hercúleo, indigesto, daba respingos.
Una vez terminado el refrigerio esperó paciente como un potro domado, escarbando con sus patas, mientras el agua comenzaba a caer.

El Primo se levantó y miró clemente a Simón.
Volteó y dando un grito, con un movimiento prodigioso, subió sobre el lomo de la bestial quebrachera, que inmediatamente alzó vuelo, llevándose las dolencias del pueblo avasallado.

El temporal duró dos días más.

Thursday, February 12, 2009

La Huella XII


La Marcha.

Todavía sin atreverse a salir, se refugiaban adentro sin entender nada de aquella noche.

El agua había cesado, pero algo sucedía cerca, cada vez más.

Ramón no paraba de llorar y Erminda trataba de ser valiente con pocos resultados.

Acercó su cabeza a la ventanita y lo vió cubrir todo de oscuridad, con sus alas enormes que se desplegaban y replegaban en un segundo.

Al borde de la locura, se tiró sobre una silla, para no caer de vuelta, temblorosa.

¡Diosito ayudanos!

Se dirigía hacia el pueblo.

La Huella XI



El Conjuro.

Lo miraba impávido cavar un pozo sin hacer caso del cielo cayendo a pedazos a su alrededor.

La lluvia y el viento lo atravesaban. No había explicación. Nada la tenía últimamente.

Su bolsa de reliquias descansaba al costado del montón de tierra.

Simón comenzaba a inquietarse.

De cuando en cuando El Primo miraba y ponía los pelos de punta.

Dejó la pala en el suelo y se acercó.

Sangre añeja se expresaba en sus rasgos, ahora lo veía de cerca, sangre vieja que se niega a morir, entenado trashumante de estas tierras.

Se saludaron con respeto asintiendo con la cabeza. El Primo extendió su mano y Simón supo lo que quería. Sin dudarlo devolvió el antiguo facón recién recuperado.

El aparecido retornó a su tarea, vacío la bolsa en el pozo y arrojó el puñal también. Tapó nuevamente con el suelo gastado y la tormenta se serenó.

Sentados los dos, sin mirarse, esperaron en la galería. Simón se preguntaba que.

Rayos silenciosos, amenazaban en el horizonte.

A lo lejos, crujidos, abriéndose paso entre los restos de monte, acercándose peligrosamente. No temían. Simón confiaba ahora en su compañero, lo que fuese, el lo resolvería.

Ya viene.

Y es gigante.

La Huella X



Julepe.

La tormenta más fulera de las que se acuerde.
El rancho parecía caerse en cualquier momento.
Desde la ventanita triangular miraba el patio entre un relámpago y otro.
El corazón le daba vuelcos.
Con el Jesús en la boca y el Ramoncito en brazos, caminaba de un lado al otro en la oscuridad. Las aberturas repiqueteaban enloquecidas.
Entre tanto golpe, le pareció distinguir un llamado que ignoró.
Los llamados se volvieron mas insistentes.

¿Será la comadre que se volvió por la tormenta?

Corrió la trabita. El niño se prendió como un gato, escondiendo la cabeza en su cuello.
Un refusilo reveló la silueta del Primo a contraluz y sus piernas no reaccionaron más.
Cayó antarca, con la criatura encima.
Sin poder gritar, lo observo entrar solemne.
Otra vez el tiempo se detuvo.
Caminó hasta el aparador y tomó la virgencita que se hallaba encima, rodeada de estampitas y restos de velas y salió.
La puerta volvió a golpearse una y otra vez.

Wednesday, August 27, 2008

La Huella IX



De Vuelta.


Bienvenidos a Palo Seco, rezaba el viejo cartel optimista.
Simón llego impulsado por el viento que hacia bramar los árboles antiguos, de la estación de tren, en un canto furioso.

-¡Oohh Varón! ¿Lo ha traio’ la tormenta o uste’ la trae a ella? ¿Cómo es?- saludo un vecino.
-Me ha traído a mi y pa’ siempre compañero.-contesto Simón deteniéndose.
-¡Así me gusta compadre viejo! Ahora que uste’ ha llegao’ nos va a ayudar.
-¿Que le anda pasando? ¡Cuente!.
-¿No siente la peste? Ahora por el viento, pero ya lo va a ver cuando cruce la estación.
-¿Pero que hay?
-Todavía no sabemos bien. Nadie se quiere acercar ¿vio? Pero mata el pasto y todo lo que toca.
-¡A la mierda! Vamo’ a ver que es.
-Lo acompaño y sigo pa’ las casa’. La tormenta se ve fiera. Uste’ también debería apurarse que no se si llega.

Reconoció el olor de inmediato. Lo vio fundir el monte, sus animales y la hierba, enfermar a los compañeros y hasta matar silenciosamente a la peonada. Había que deshacerse de las sobras. El vagón, lleno de sustancias mortales, hediondas, infames, venidas desde tierras lejanas donde no se utilizaron nunca, estoicamente se imponía ante el paisaje balanceante en la víspera de la tempestad.
Simón se detuvo colérico comprendiendo la ironía del trato a su pueblo.
Ya no podía avanzar más. Su vecino lo abandono presto a encontrar refugio.
Se acomodo en la galería de la estación con la mirada fija en el monstruo.
Grito irrefrenablemente junto a la protesta de los árboles a las que se unió el clamor del trueno. La lluvia castiga ya, las chapas que lo cubren.

La Huella VIII

-¿Sabe algo de Simón comadre?
-Nada. Desde hace un mes, que nos mando algo de plata. Ni se donde está.
-¡Que cosa con este hombre! Ya’ lo tendría que correr.
-No es malo comadre. Pero creo que cuando sale a trabajar es porque quiere andar por ahí nomás, no por necesidad.
-Igual. Anda como si no tendría familia Erminda. Aquí también hace falta. Otra ya lo hubiera guampiao’.
-Como pa’ otro padrillo estoy io’. Toma el mate.
-¿Y de los críos que sabe?
-El Oscar mando unos pesos la semana pasada. Esta emlpeao’ en una estancia. Por suerte parece que le va bien.
-Dios quiera. ¿Y no va a venir?
-No. Se fue enojao’ con el padre.
-Y tiene razón. La deja sola y ni avisa cuando vuelve.
-No estoy sola.
-Peor. Con el changuito chico. ¿Cuanto tiene el Ramoncito?
-Cinco.
-Cinco. Si le pasa algo, no tiene ni como ir pa’ la salita.
-Tenemo’ la volanta comadre. No exagere.
-¡Ajjh! Pa’ todo lo justifica.
-¡Ramón hijo! ¡Deja ese balde ái’! ¿Que estás traveseando?
-Hoy va a llover mami.
-¿Por que dice eso m’ijo?
-Porque mirá. La he bañao’ a la virgencita.

Wednesday, April 16, 2008

La Huella VII




David.

El cansancio parecía ganarle al pánico.
En el ensueño más espeluznante que haya tenido, Simón, abrió los ojos, y ya no estaba. Lo cual no significaba que debía tranquilizarse. ¡No debió descuidarse así!

Y de nuevo, ¡crack!
Esta vez se incorporo de inmediato, pero no pudo encontrarlo.

-¡Salí si sos macho!- Frase celebrada en sus ostentosos enfrentamientos.

Y detrás suyo, escucho clarísima, la respiración, como la de un perro sediento, rítmica, agitada.

Era otra cosa.

-¡No te des vuelta! ¡No te des vuelta boludo de mierda!- Pensó, si es que había forma de controlar la voluntad en ese momento paralizante.

El aliento fétido empezaba a percibirse, la respiración cada vez mas cerca, elevada.

-¡Dios mío!- Comenzó a creer de repente, como es costumbre de muchos cuando ya no queda nada más.

Los ojos entreabiertos, ¡crack!, esta atrás. Ya roza el hombro. Dedos, algo así, parecen ramas.
Se cierran sobre su cráneo, ¿¡como puede estar consciente aún!? No se lo explica.
Más dedos bajando por el cuello, otros afianzándose sobre su espalda. La mano monstruosa, si es que lo fuera, tendría la forma de un ciempiés. Lo levanta sin voltearlo.
No lo puede ver. Tampoco quiere. Ya esta a dos metros sobre el suelo.

¡La respiración!, ¡Dios mío!, ¡la respiración!

Desde la altura puede ver el jumiál infinito, y al Primo, y su figura huesuda, ágil, apresurándose, gritando como un animal, no habla, es un rugido salvaje, sin esperar a llegar arroja algo desde la distancia, que con absoluta precisión, pasa por el costado de la oreja y se clava. No hay grito. No hay nada.
Simón cae torpemente, ya inconsciente, junto al facón, con mango labrado en oro y alpaca.

La Huella VI




El Despertar.

La madrugada avanzaba.
¿Como detenerlo sin provocar un desastre?
Estaban furiosos pero no eran asesinos. Ellos no. Ninguno.
El faro se acercaba y la bocina comenzaba a sonar. No como la noche anterior en que actuaron con un sigilo roñoso.
De cualquier forma, había que demostrar el repudio que sentían y su determinación de hacer algo al respecto.
El tren pasó más rápido que de costumbre.
Todos corrieron a su lado arrojando escombros, palos y piedras, insultando, exigiendo el coraje de la tripulación, de enfrentarlos.
Los operarios no atinaron a reaccionar, y con mirada avergonzada, continuaron su marcha.

Tuesday, February 05, 2008

La Huella V




Insomnio.


Hubiera querido dormirse antes de que el sol lo abandonara. Ya era tarde. La luna alumbraba el jumiál con un esplendor nada tranquilizador.
No es que haya tenido miedo siempre, al contrario, pero los últimos acontecimientos lo tenían inquieto y sabia muy bien porque.
Su incredulidad y rebeldía lo habían llevado a desafiar a todo mito. La posibilidad de que realmente anduvieran por ahí, con deudas pendientes, lo trastornaba enormemente.
Tiró sus cosas sobre la bicicleta maltrecha y trató de dormir.

Solo trató.

¡Crack!

Algo acechaba.

La claridad era suficiente para distinguir su silueta flaca, perfectamente recortada, en la blancura del salitral. A más de ciento cincuenta kilómetros de donde lo vió por primera vez.
¡Lo seguía!
No se acercó.
Tiró su enigmática bolsa al suelo y sin dejar de mirar en dirección a Simón de manera perturbadora, metió la mano en ella, sacó algo y clavándolo en el suelo, se sentó a una distancia considerable, vigilante.
¿Un mensajero de algo peor?, ¿un protector?, ¿o alguna entidad misma que sin saber ofendió? Tal vez ninguna. Quizá solo un demente de los que abundan.
De todos modos, ahora si, no podía dormirse.

Friday, November 30, 2007

La Huella IV


El Regalo.

Clásica historia.
Estación de tren crea pueblo, trabajo y una población ávida de el.
Promesa de crecimiento y riqueza.
Riqueza que se va por sus venas férreas a engordar a pocos y secarlo todo, dejando al menos, pintorescas instalaciones y viejos adoradores del pasado.
Palo Seco no escapaba al patrón.
En el siguiente orden: tanino, rollizos, algodón y ganadería incipiente expulsada por el ultimo azote de los avances en una nueva suerte de magia siniestra, que permitió agotar los suelos con cultivos insospechados para la zona.
En apariencia, ya nada quedaba por hacer ahí, a la luz de los ojos ambiciosos responsables de tan execrables saqueos.
Sin embargo, la escasa población resistente, no dejaba de ser sorprendida por las embestidas del progreso, tan comentado, en las estaciones de radio remotas, que pobremente receptaban.
Progreso, que aquella madrugada, les había dejado un humilde presente en torno al cual se convocaron.

- Me ha parecío’ raro que tren haya parado.
-¿Y nadie ha preguntáo’ nada?...algo… ¿que hacían?.
-¡No toques hijo!, ¡Corréte d’ ái’!
-¡Uy sí! ¡No hay que dejar que se acerquen los chicos!
-¡No ha de ser nada bueno!
-El olor nomá’ iá’ me hace doler la cabeza.
-¿Y que vamo’ hacer con esto?
-Habrá que enterrar todo.
-¿Sos tonto? ¡Hay que sacar esta porquería de aquí! ¡Como sea!

El vagón pestilente babeaba su mortal contenido sobre los rieles, acabando con la hierba del terraplén.

Tuesday, July 10, 2007

La Huella III




Lo que dicen por ahí.

-¡Ah si! ¡Ayyy! ¡Me acuerdo que el viento norte lo ponía maaalllo!-Dijo la vieja Irene mientras chupaba tenazmente un hueso de pollo al que ya no le quedaba nada.
-¡No solamente el viento norte!...-Se oyó del fondo del bar repleto, con todas las miradas puestas en Simón, que había parado en el pueblo a escuchar sobre El Primo.
-De ese hay muchos cuentos. Aquí el que no lo ha conocío’ por lo menos ha escucháo’ algunos.- Prosiguió la vieja desdentada.
-Cuando era chico el diablo le ha robáo’ el alma.- Interrumpió Lorenzo, su marido.
-¡Ahjj!- Se quejó Irene, incrédula, mientras tomaba otro hueso.
-¡Bueno vieja! Eso es lo que le cuentan a uno. Que en un baile por la noche, el changuito ha sío’ arrastrao’ por lo’ sobaco’ ¿vio?, por algo que… no se veía… hasta la oscuridad del monte. Lo han encontáo’ al oootro día recién, dormido, y ya era…comosifueraotrapersona ¿vio?
-Eso si.-Volteo Irene- Después nuuunca ha vuelto a hablar. Ha quedáo’ raaaro así.

Aparentemente su comportamiento era salvaje, como el de un animal.
Según contaban, entendía el tiempo a la perfección. Reaccionaba de manera diferente ante un viento norte, peligro de inundación, proximidad de tormenta, posibilidad de sequía y así todo el campo pasaba para verlo retorcerse, si estaba tranquilo, si se mostraba molesto o lo que fuera que les diese un indicio útil para sus actividades.
Algunos bromeaban sobre gozosas tardes que habría pasado junto a las majadas caprinas de los alrededores y alguna que otra gallina, que moría minutos después del ultraje.
Era un alma solitaria de la que nadie supo más, desde hace quince años.

-Pá’ mi que el diablo mismo se lo ha lleváo’. Primero el almita y despué’ el cuerpo. Pobrecito, no era malo, chango joven, no hablaba con nadie nomá’… ¿qué sabrá ser no?-Concluyo Lorenzo, la lluvia de anécdotas.

Los más desconfiados culpaban a quienes lo criaron, ya muertos, de que no hablase más. Maltratos inhumanos. Aunque otros no apoyaban estas ideas.
De todos modos nadie podía explicar su extraña relación con los fenómenos meteorológicos, cosa que todos, aseguraban como cierta.